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viernes, 18 de abril de 2014

Gabriel García Márquez y Mario Vargas Llosa. El duelo de la soledad

 
Los dos más grandes representantes de la literatura Latinoamericana, Gabriel García Márquez y Mario Vargas Llosa, dos puertas distintas debajo de la soledad. Una que la escucha y sabe sentarse con ella para que, algún día, pierda el poder de “decidir —por nosotros—  hasta la forma de cómo morir”.  La otra entrada —o salida— que también escucha a la soledad, pero no se sienta con ella; en cambio sí sabe decorarla o reformarla, hasta que aceptemos, y con gusto, la forma que eligió nuestra muerte.
Cuando leo a Gabo siento y veo a un grupo de hormigas, sucias o limpias, cómo cargan bolitas de tierra húmeda, pajitas secas o retazos de hojas, ingenieras del sueño, hasta crear un palacio o una ciudad de barro, llena de historias que tienen vida propia y que no saben cómo despertar de la cruda realidad.  Cuando leo a Vargas, sobre todo el de las últimas décadas,  veo a las mismas hormigas, pero limpias, con uniforme, cargando ladrillos y fierros, manejando camionetas 4 x 4; hasta que decide a grandes pasos la soledad de los insectos, que tienen vida propia y que el autor los despierta a una realidad paralela. Esa, donde no hay sitio para el amor en los tiempos del cólera.
 
Cada lector elige cómo le gusta que le cuenten las historias; para mí Gabo no solo creó y contó, sino que se metió en mi sueño y allí jugamos a vivir. Descansa en paz.

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