Te habrás preguntado cómo es posible que Keiko Fujimori o alguno de sus congresistas un día salen quejándose
de la corrupción, de la delincuencia o el narcotráfico y al otro día salen
defendiendo a Joaquín Ramírez o Chlimper o Kenji (fujimoristas cuestionados por lo que salen a quejarse). ¡Es
la locura! Es el cinismo en su más pura versión. Y te sorprendes ¡cómo aun así
siguen teniendo votantes!
No
son electores
El voto demanda un prejuicio consciente, de eso depende el futuro de
todos. Pero, acá, ya no existe el juicio y esto no significa que no piensen, sí
lo hacen, pero cuando alguien fuerza y mata el pensamiento de otro —y por
intereses particulares— deja de ser un acto natural o sano, producto del
raciocinio evolutivo. Podríamos decir
que, durante los procesos electorales de la última década, estamos frente a una
mala película de zombis peruanos del
siglo XXI.
El pensar es producto de la evolución en el ser humano; empujado por el
instinto de supervivencia, alimentado por nuestra capacidad de memoria, aunada
con la teoría y la práctica. Significa que
el pensar es consecuencia del instinto de supervivencia. Debemos tener en
cuenta que dentro de la especie animal nosotros somos frágiles, el pensar nos hizo
actuar de forma colectiva (única manera de ser fuertes y sobrevivir), es
nuestra arma, la mejor de la especie animal.
Pensar es inherente a la supervivencia y de forma colectiva. En el
presente debería ser aún más colectiva si queremos superar su gran amenaza:
problemas climáticos. Si atentamos contra lo colectivo para favorecer el individualismo
(análogo al capitalismo-fujimorismo), a la larga o corta, estamos atentando con
nuestra subsistencia, estamos yendo contra la construcción natural o sana de
nuestra mayor capacidad: el pensar.
El fujimorismo
busca personas
que no piensen, incapaces de reflexionar, de vacilar, de salirse de su línea
impuesta: busca esclavos mentales. Por eso no quiere hablar de historia. Por
eso denigra la memoria (denigración disfrazada en su última campaña: “no al odio –victimizándose”).
Nosotros somos producto de la memoria. Somos secuelas del shock fujimorista, somos la eliminación
de la investigación en las
universidades, somos los millones de $ robados y no invertidos en nuestros
proyectos de vida. Somos una población abierta al caos por el liberalismo
desmedido.
Somos el miedo a la narco-política que va sembrando muertos por mutuo
interés. Somos la falta de trabajo. Somos la inestabilidad laboral, sin
salvaguardas, sin protección y degradado. Somos la conclusión del corrupto
fujimorismo que, queriéndolo o no, está vivo en nosotros. Si nos quitan la memoria sería imposible revertirlo.
Si fuese por el fujimorismo solo viviríamos estimulados por los talk
show lamiendo oquedades, entre peleas de alcoba, leyendo Chuchis, escuchando congresistas excéntricos
que no saben nada de legislar pero sí de sacarle la vuelta a la ley, del hurto.
Quisieran
que hoy olvidáramos todo para mañana volver a mentirnos. Es la
política creada para el engaño y una finalidad: drogarnos, igual que la cocaína. Circo al pueblo. Adormecer el
pensamiento, matar el brío crítico, eliminar la rebeldía. Fomentar la única
salida: resignación. Resignación =
droga. Esta droga sirve para morir callados. El pensamiento sirve para vivir.
La resignación es inherente al sistema capitalista. “Tú eres el culpable si no tienes dinero, todos pueden si quieren.”
Lo dice un niño desde su colegio con piscina, cancha de fútbol, laboratorios
totalmente implementados, los mejores maestros y dos o tres idiomas en los
cuadernos. Se lo dice a otro niño que está en otro colegio, sentado sobre un
ladrillo, esteras ardientes sobre su cabeza, un maestro para todos sus cursos,
mucho polvo, sin deportes y con un único idioma y masticado. Balbucea, sin
saber qué responder ante la sentencia del otro niño.
Podríamos
rebelarnos
La rebeldía no es tratar de
ponerle un rostro más humano al capitalismo, es mucho más radical que eso. ¡Es
el grito de la inteligencia! Porque está inconforme con su opuesto, sí, ese que
voltea la cara ante millones de niños muertos por el hambre, ante la pobreza
extrema y que los ven (con sus ojos capitalistas) un “error por defecto”. En este
siglo aún de hambrunas, de contaminación y megacorrupciones, el capitalismo
resulta ser lo opuesto a la inteligencia.
La rebeldía es producto de una honda reflexión de la mano con “la
memoria”, cerrando el paso a rajatabla a cualquier tipo de drogadicción que, en
este caso, el capitalismo fujimorismo sabe ofrecer con tapers, con
Factores K., con su política —altamente conocida y contagiosa— bien llamada
“combi”. El fujimorismo es el ala dura del neoliberalismo disfrazado de
“Popular”.
La rebeldía no es solo marchar las calles, es
también concienciar. Es nuestro presente, no queremos ser zombis “No son los muertos los que en dulce calma la paz disfrutan de su tumba
fría, muertos son los que tienen muerta el alma y viven todavía”.
Estamos aquí para perturbar esa muerte o el
desahucio ¡Levántate y anda! Tenemos
que perturbar esas cabezas, la muerte está dentro de ellas. La ciudad, la
sociedad, la nación, existen en la medida que hagamos marchar el pensamiento.
No soy un zombi, aún no he muerto. Tengo
memoria y puedo hacerla un pensamiento, allí comienza la rebeldía.
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