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miércoles, 13 de julio de 2016

¿El fujimorismo busca zombis? Un análisis de su política. La rebeldía


Te habrás preguntado cómo es posible que Keiko Fujimori o alguno de sus congresistas un día salen quejándose de la corrupción, de la delincuencia o el narcotráfico y al otro día salen defendiendo a Joaquín Ramírez o Chlimper o Kenji (fujimoristas cuestionados por lo que salen a quejarse). ¡Es la locura! Es el cinismo en su más pura versión. Y te sorprendes ¡cómo aun así siguen teniendo votantes!





 No son electores

 El voto demanda un prejuicio consciente, de eso depende el futuro de todos. Pero, acá, ya no existe el juicio y esto no significa que no piensen, sí lo hacen, pero cuando alguien fuerza y mata el pensamiento de otro —y por intereses particulares— deja de ser un acto natural o sano, producto del raciocinio  evolutivo. Podríamos decir que, durante los procesos electorales de la última década, estamos frente a una mala película de zombis peruanos del siglo XXI.


El pensar es producto de la evolución en el ser humano; empujado por el instinto de supervivencia, alimentado por nuestra capacidad de memoria, aunada con  la teoría y la práctica. Significa que el pensar es consecuencia del instinto de supervivencia. Debemos tener en cuenta que dentro de la especie animal nosotros somos frágiles, el pensar nos hizo actuar de forma colectiva (única manera de ser fuertes y sobrevivir), es nuestra arma, la mejor de la especie animal.



Pensar es inherente a la supervivencia y de forma colectiva. En el presente debería ser aún más colectiva si queremos superar su gran amenaza: problemas climáticos. Si atentamos contra lo colectivo para favorecer el individualismo (análogo al capitalismo-fujimorismo), a la larga o corta, estamos atentando con nuestra subsistencia, estamos yendo contra la construcción natural o sana de nuestra mayor capacidad: el pensar.



 El fujimorismo busca personas que no piensen, incapaces de reflexionar, de vacilar, de salirse de su línea impuesta: busca esclavos mentales. Por eso no quiere hablar de historia. Por eso denigra la memoria (denigración disfrazada en su última campaña: “no al odio –victimizándose”).



Nosotros somos producto de la memoria. Somos secuelas del shock fujimorista, somos la eliminación de la investigación en las universidades, somos los millones de $ robados y no invertidos en nuestros proyectos de vida. Somos una población abierta al caos por el liberalismo desmedido.



Somos el miedo a la narco-política que va sembrando muertos por mutuo interés. Somos la falta de trabajo. Somos la inestabilidad laboral, sin salvaguardas, sin protección y degradado. Somos la conclusión del corrupto fujimorismo que, queriéndolo o no, está vivo en nosotros. Si nos quitan la memoria sería imposible revertirlo.

 

Si fuese por el fujimorismo solo viviríamos estimulados por los talk show lamiendo oquedades, entre peleas de alcoba, leyendo Chuchis, escuchando congresistas excéntricos que no saben nada de legislar pero sí de sacarle la vuelta a la ley, del hurto.  



Quisieran que hoy olvidáramos todo para mañana volver a mentirnos. Es la política creada para el engaño y una finalidad: drogarnos, igual que la cocaína. Circo al pueblo. Adormecer el pensamiento, matar el brío crítico, eliminar la rebeldía. Fomentar la única salida: resignación. Resignación = droga. Esta droga sirve para morir callados. El pensamiento sirve para vivir.



La resignación es inherente al sistema capitalista. “Tú eres el culpable si no tienes dinero, todos pueden si quieren.” Lo dice un niño desde su colegio con piscina, cancha de fútbol, laboratorios totalmente implementados, los mejores maestros y dos o tres idiomas en los cuadernos. Se lo dice a otro niño que está en otro colegio, sentado sobre un ladrillo, esteras ardientes sobre su cabeza, un maestro para todos sus cursos, mucho polvo, sin deportes y con un único idioma y masticado. Balbucea, sin saber qué responder ante la sentencia del otro niño. 

 
Podríamos rebelarnos

La rebeldía no es tratar de ponerle un rostro más humano al capitalismo, es mucho más radical que eso. ¡Es el grito de la inteligencia! Porque está inconforme con su opuesto, sí, ese que voltea la cara ante millones de niños muertos por el hambre, ante la pobreza extrema y que los ven (con sus ojos capitalistas) un “error por defecto”. En este siglo aún de hambrunas, de contaminación y megacorrupciones, el capitalismo resulta ser lo opuesto a la inteligencia.



La rebeldía es producto de una honda reflexión de la mano con “la memoria”, cerrando el paso a rajatabla a cualquier tipo de drogadicción que, en este caso, el capitalismo fujimorismo sabe ofrecer con tapers, con Factores K., con su política —altamente conocida y contagiosa— bien llamada “combi”. El fujimorismo es el ala dura del neoliberalismo disfrazado de “Popular”.



La rebeldía no es solo marchar las calles, es también concienciar. Es nuestro presente, no queremos ser zombis No son los muertos los que en dulce calma la paz disfrutan de su tumba fría, muertos son los que tienen muerta el alma y viven todavía”.  

Estamos aquí para perturbar esa muerte o el desahucio ¡Levántate y anda! Tenemos que perturbar esas cabezas, la muerte está dentro de ellas. La ciudad, la sociedad, la nación, existen en la medida que hagamos marchar el pensamiento.

No soy un zombi, aún no he muerto. Tengo memoria y puedo hacerla un pensamiento, allí comienza la rebeldía.





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