Gracias al reconocido antropólogo
Julio Rucabado, Responsable del área de Registro y Manejo de Colecciones del Museo de Sitio y Santuario
Arqueológico de Pachacamac, nos llegó información sobre unos de los más
sorprendentes y útiles instrumentos de nuestro imperio incaico: el Quipu. Como sabemos,
éste les sirvió para registrar cantidades de variadas cosas, personas, fechas,
eventos y, aparentemente, periodos calendáricos. Podríamos decir que fue el
computador de la época por su utilidad de registrar. También les sirvió para
controlar su producción y cierto tipo de tributación.
Los quipus eran hechos de algodón
o fibra de camélido y, como parte de nuestro pasado, cobran mucha importancia —para
la actualidad— porque sirven como un repositorio
de experiencias para poder interpretar más certeramente ese rico pasado,
única manera de forjarnos un mejor futuro. Acá les dejo la información de la mencionada
página:
Soy un quipu. Me hicieron con
hilos de algodón de colores crema y marrón. Recuerdo aun el día que por primera
vez anudaron una de mis cuerdas. Escuchaba una voz que decía “…324: 3 nudos
simples aquí, 2 simples más abajo y un nudo largo aquí al final, listo!” No
recuerdo bien que estaba contando el quipucamayoq en esa ocasión, pero sí
recuerdo haber estado muchas veces frente a depósitos de papas, maíces y
frejoles.
Otros como yo, me cuentan que han
ayudado a registrar el número de personas en cada pueblo o las cosas que estos
entregaban al Imperio Inca como parte de sus tributos. Incluso algunos me dicen
guardar en sus nudos información sobre genealogías reales e importantes
acontecimientos históricos. También sé de unos quipus muy especiales que fueron
amarrados para calcular el paso del tiempo. ¡Qué suerte la de ellos, que vieron
las estrellas brillar de noche mientras su quipucamayoq observaba el
firmamento!
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Todo objeto es una expresión
material de nuestra cultura. A lo largo de la historia, los artefactos han
servido al ser humano para solucionar problemas específicos, desde necesidades
básicas hasta la representación y comunicación de conceptos estéticos. Además
de cumplir con las funciones por las cuales fue concebido y producido, un
objeto se convierte también en un repositorio de experiencias, recuerdos y
sentimientos. Estos se cargan de memorias: de cómo fueron fabricados,
utilizados, pasados de mano en mano y muchas veces a través de varias
generaciones, o incluso de cómo fueron llevados hasta lugares bastante alejados
para ser intercambiados, regalados, destruidos o abandonados.
En el Santuario de Pachacamac,
las investigaciones arqueológicas realizadas desde fines del siglo XIX han
logrado recuperar diversos tipos de objetos, los cuales han sido hallados en
templos, residencias, basureros, tumbas e incluso en las propias calles y
plazas. En su época, muchos de estos objetos no solo sirvieron como bienes de
uso cotidiano, su circulación permitió también estrechar vínculos sociales,
económicos y políticos entre las personas. En el caso de aquellos objetos que
fueron dejados como ofrendas para los muertos o las poderosas huacas, estos
sirvieron con medio para expresar respeto y reconocimiento.
Sólo depende de nosotros el
aprender a reconocer e interpretar aquellos objetos que, después de estar
ocultos debajo de la tierra por varios cientos de años, salen a la luz y pasan
a formar parte de nuestro patrimonio cultural. Sus historias no se han perdido,
pero necesitan ser contadas.
Por esta razón, abrimos este
espacio de difusión e interacción, donde a partir de un conjunto de objetos de
la colección de bienes muebles del Museo de Sitio Pachacamac, empezaremos a
tejer juntos las nuevas historias de Pachacamac.