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miércoles, 18 de agosto de 2010

¿SABE, USTED, QUÉ SIGNIFICA LEER?

Gracias al "Bosque de Palabras" de Julio Carmona

Luis Jaime Cisneros: ¿Sabe, usted, qué significa leer?

No todos conocemos los antecedentes latinos del verbo leer. Leggere es una palabra latina de la que deriva la española. Esa palabra significaba ‘recoger el grano en el momento de la cosecha’. Había que recoger el buen grano. Esa tarea no se reducía, como podríamos pensar, a recogerlo. Antes se debía probar el grano, para recoger solamente el que estaba bueno y podía servir como alimento. Era un modo de asegurarse el provecho. Leer era una tarea que aseguraba el alimento.

Era, por lo visto, una palabra del mundo rural. Este es el antecedente lejano.

Leer, entre los que hablamos español, significa reconocer las letras y las palabras. No significa pronunciar en alta voz lo que está escrito. Significa penetrar, comprender y saborear el contenido. Significa, así, comprender lo que está encerrado en los textos. No nos conformamos con que los ojos reconozcan los signos; necesitamos que la mente penetre en lo escrito y reconozca el significado: es decir, lo que han querido decirnos a través de la escritura. Ese saber garantiza un aprovechamiento inteligente.

Quien no ha leído no puede defenderse en la vida, porque no tiene nada sabido. Para saber algo hay que leer mucho. Cuando hablamos de lo valioso que es la lectura, y mencionamos la necesidad que toda persona culta tiene de acercarse a los libros, estamos reclamando por el resultado de una política en que debemos empeñarnos todos los ciudadanos. No es exclusiva tarea de la escuela. Es una obligación familiar. Uno debe adquirir en la casa, antes de ir al colegio, la buena costumbre de leer.

Libros con ilustraciones, para saborear las láminas y recrearlas con la imaginación, deben constituir los estímulos primeros. El libro debe estimular en el niño la capacidad para el asombro, para la sonrisa, para la conmoción interior. Esas láminas pueden inspirar explicaciones, para que vaya el niño asociándolas con el conocimiento. Libros que sirvan para ir creando la certeza de que se es persona. Lo comprobamos cuando el niño recuerda las ilustraciones y cuanto a propósito de ellas le hemos dicho. Ese saber interiorizado lo ayuda a crecer mentalmente. Lo invita a comentar lo que ha visto en los libros con sus pequeños compañeros. Con ese bagaje de texto va el niño a la escuela. La escuela no le da el lenguaje, que el niño ha logrado madurar en la casa.

Hay un error muy difundido que conviene poner de relieve. Cuando se habla de la necesidad de leer, y pedimos inocentemente guía de lecturas para los muchachos, se suele creer que esos textos deben ser de literatura. Muy difundida está, así, la idea de que los libros tienen que ver con la literatura. Nadie concibe que sea legítima tarea de lectura un texto periodístico, un capítulo de un libro de historia económica, un texto de geografía o de anatomía. Se han empeñado en que ese libro sea novela o cuento, y, a veces, hasta de poesía. Grave error, desde todo punto de vista. Basta recordar cómo accede el niño al lenguaje. Su modelo (el indispensable modelo) es la lengua oral que lo rodea, en cuyo ejercicio está inserto. Es lengua surgida de circunstancias específicas de la vida real: desayuno, mercado, juegos y otros momentos de la vida diaria. El lenguaje lo ha ido adquiriendo en determinados contextos familiares, en situaciones idiomáticas muy precisas, en las que el niño suele ser testigo o protagonista.

Por eso las revistas y el periódico son inesperados textos de lectura: dan cuenta de lo que ocurre en la ciudad y en el mundo; hablan sobre la producción, sobre la vida cultural, sobre lo bueno y lo malo. Todo está escrito, y si lo leemos, estamos enterados.

Pero hay que aprender a leer en alta voz. Es indispensable ejercicio para lograr adentrarse en los textos. Ayuda a descubrir el valor que tiene la modulación, la entonación. Una manera de leer en alta voz denuncia si se ha comprendido lo que se va leyendo. Por eso hay que ejercitarse leyendo en alta voz textos escritos y pensados por uno mismo.

La lectura es provechosa cuando el niño está en capacidad de recibirla. El niño debe saber que hay libros que describen las cosas como son: y eso es un libro de geografía, por ejemplo. Y hay libros que inventan una realidad; y esos son los libros de cuentos. Para probar que así es, debemos invitar al niño a que invente cuentos un día, y que describa lo ocurrido la víspera en su casa, otro día. Así va adquiriendo la certeza de que –como todo humano– es un creador de lenguaje, y también la convicción de que puede distinguir lo real de lo irreal.

                                                                                               
                                                                                                     Luis Jaime Cisneros

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