Esta imagen no es del niño q conocí, solo es referencial. No pongo la real para evitar problemas. |
Años atrás pensaba que la navidad era el día del niño. Hasta que, paradojas de la vida, fue un chiquillo el encargado de hacerme notar mi error. Hace unos cinco años, un día como hoy y con mi pensamiento aún errado, conocí a un niño en la calle. Era un niño de simple mirada, de fácil sonrisa y de un gran, pero gran corazón. Estábamos en un paradero esperando el mismo micro, yo cargaba como diez paquetes para regalar esa noche; cuando, intempestivamente, un desalmado conductor de combi, por ganar a otra, casi se trepa al paradero. Mi susto me agarró mal parado y se me cayó todo, por suerte nada era frágil. No obstante, el paquete de chucherías se desparramó en la vereda. Polvo, monóxido, pasos, resolana. Navidad.
El niño no subió a la combi, prefirió ayudarme a recoger mis bultos, es más, en ese momento su mirada se complicó hasta convertirse en algo parecido al odio, volteó la cabeza y se lo tiró toditito sobre los ojos de la piraña que manejaba el micro. No hubo necesidad de decir palabra alguna. La fuerte mirada de ese niño, directa y sin prejuicio de ningún tipo, hizo retroceder a los ojos del conductor y, éste, como pidiendo auxilio, pisó el acelerador con el cómplice silencio de todos los pasajeros.
Reconozco haber preferido subirme a esa combi antes que quedarme junto a esos infernales ojos. Sin embargo, después de la huida de la piraña, ellos ya habían recobrado su simpleza hasta terminar de ayudarme a recoger mi última chuchería. —En este día tuyo, quiero desearte paz y amor…—. ¿Mi día? Dijo el niño. Algo en mi buen deseo le había molestado. Cuando volvió a mirarme empezó a perder la simpleza. Yo no podía permitir esos terribles ojos de nuevo. Ideé un plan, ¡distraerlo!: Le di uno de mis paquetitos y le hice adivinar su contenido, antes de su respuesta, reforcé el plan preguntándole su nombre. Se llamaba Pedro y cargaba 11 años encima. Me sorprendía la madurez de Pedrito. Minutos de diálogo y mirada calma.
—El día del niño es en octubre, lo recuerdo bien. El año pasado en mi colegio lo festejamos. Ese día nunca lo voy a olvidar.
Las dos bolitas marrones en su rostro, compasando esa oración, fueron de una penita muy profunda… no sé cómo describirla, pero me hizo recordar que al que tenía al frente era solo un niño. Inocencia, algodón de azúcar, carreras, papel de regalo. Navidad. Después de su conversa muy compungida pero sin quitarse la infancia, Pedrito se despidió con una idea:
— La navidad no son negocios, tampoco está en el cielo o en imágenes. No son regalos ni niños, navidad es una ruta más de la vida. Si mueres ¿importa que seas niño, joven, adulto, viejito, varón o mujer? ¿Sí o no? La muerte deja atrás todo, ya no hay caminos. Por eso es una ruta más de la vida; es subirse a una combi sabiendo que vas a bajar con vida, es regalarte completito a los que más amas, a los que te ayudaron a crear tu vida. La combi es otra ruta que puede o no interponerse. La navidad es una ruta más. La navidad está en la familia que te espera, con regalos o sin ellos. La navidad es la vida más pura, porque es acercarte a los que te dieron y dan vida. Los papás dan vida a los hijos, es más, los hijos también le dan a los papás y sucede lo mismo entre hermanos, esposos o con quienes hayas crecido y creces, eso es navidad. Mi navidad es a media caña, pero es navidad. ¡Feliz navidad!
No sé si esa idea fue creada por Pedrito o aprendida, pero sí fue muy sentida. No esperó otra combi, se fue caminando hasta perderse por debajo de cientos de cabezas negras en movimiento. Tengo un claro recuerdo de él y sus ojos, estos no eran infernales, pero sí de adulto siendo niño todavía.
Un año antes de toparnos en ese paradero, en octubre, justo celebrando el día del niño, Pedrito salía de su colegio, en eso una combi —haciendo carrera— se despistó y arrasó a la gente que caminaba sobre la vereda, entre ese grupo estaba su hermanito, dos años menor que él. Pedrito se salvó por tres metros de distancia. Desde ese día vive mucho más unido a sus papás, abuelitos y con un primo que siempre vivió con él como otro hermano más. Sé que esta noche Pedrito la pasará feliz, al máximo, disfrutando la ruta. Y yo también. Abrazos, risas, comprensión, corazón, caminos. Ojos de navidad.
despernado
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